La vida es dulce de nuevo, el viento me despeina pero no me enojo porque también sonrío por dentro.
Este mes fue una montaña rusa, pasé días en los que no podía más como cuando escribí mi última entrada y tuve muchos otros en los que me dolía el rostro de tanto sonreír genuinamente.
Creo que la decisión de empezar terapia fue lo mejor que pude hacer. Me ayuda a cambiar mis pensamientos y a evitar escuchar esa voz en mi cabeza que no para de pudrirme por dentro. No es fácil, me cuesta mucho pero sé que es la respuesta a todo.
Recuperé varios contactos y mucha gente esta de vuelta en mi vida, incluso gente que no frecuentaba hacía años volvió con los brazos abiertos y pude corresponderles con uno más leve. Porque me sigue costando confiar en la gente, tirarme de nuevo a lo incierto. Sufro mucho por confiar de más, así que me lo tomo con calma.
Volví a pisar la universidad, hace un mes atrás temblaba cada vez que pasaba cerca. Hoy también lo hago pero lo enfrento como puedo, con música fuerte, sin pasar por los lugares donde asumo que hay peligro, evitando conversar con gente con la que no quiero hacerlo y luciendo lo más normal, sana y linda posible, como la Hazel de un par de años atrás. Y aunque yo no lo vea, se que los demás si.
También volví a ocupar mi cabeza con materias y trabajos que debo presentar la próxima semana. Todo esto me tiene muy nerviosa pero al mismo tiempo se que es lo que debo hacer. Es lo que necesito para volver al camino que muy cobarde mente evité transitar todo este tiempo.
Hoy estoy un poquito más fuerte que hace unas semanas y quiero contagiarlos de eso.
La depresión es una mierda y aunque hoy estoy mejor, siempre que miro hacía atrás me esta mirando lista para atacarme en cualquier momento. No estoy a salvo, pero estoy un poco más fuerte que ayer.
Gracias infinitas por sus mensajes en la entrada anterior. Espero que tengan un buen fin de semana, los quiero mucho.
Nos leemos.