sábado, 28 de abril de 2018

La vida es dulce de nuevo, el viento me despeina pero no me enojo porque también sonrío por dentro.



Este mes fue una montaña rusa, pasé días en los que no podía más como cuando escribí mi última entrada y tuve muchos otros en los que me dolía el rostro de tanto sonreír genuinamente. 
Creo que la decisión de empezar terapia fue lo mejor que pude hacer. Me ayuda a cambiar mis pensamientos y a evitar escuchar esa voz en mi cabeza que no para de pudrirme por dentro. No es fácil, me cuesta mucho pero sé que es la respuesta a todo.

Recuperé varios contactos y mucha gente esta de vuelta en mi vida, incluso gente que no frecuentaba hacía años volvió con los brazos abiertos y pude corresponderles con uno más leve. Porque me sigue costando confiar en la gente, tirarme de nuevo a lo incierto. Sufro mucho por confiar de más, así que me lo tomo con calma. 
Sólo me queda un grupo de amigas por reconciliarme, con una sobre todo que fue mi mejor amiga estos últimos años. Pero cuesta y ella tiene un carácter similar al mío así que tampoco quiere dejar ir su estúpido orgullo.


Volví a pisar la universidad, hace un mes atrás temblaba cada vez que pasaba cerca. Hoy también lo hago pero lo enfrento como puedo, con música fuerte, sin pasar por los lugares donde asumo que hay peligro, evitando conversar con gente con la que no quiero hacerlo y luciendo lo más normal, sana y linda posible, como la Hazel de un par de años atrás. Y aunque yo no lo vea, se que los demás si. 
También volví a ocupar mi cabeza con materias y trabajos que debo presentar la próxima semana. Todo esto me tiene muy nerviosa pero al mismo tiempo se que es lo que debo hacer. Es lo que necesito para volver al camino que muy cobarde mente evité transitar todo este tiempo. 

Hoy estoy un poquito más fuerte que hace unas semanas y quiero contagiarlos de eso. 
La depresión es una mierda y aunque hoy estoy mejor, siempre que miro hacía atrás me esta mirando lista para atacarme en cualquier momento. No estoy a salvo, pero estoy un poco más fuerte que ayer.



Gracias infinitas por sus mensajes en la entrada anterior. Espero que tengan un buen fin de semana, los quiero mucho.

Nos leemos.





miércoles, 4 de abril de 2018

Los ojos más tristes del mundo

Acabo de despertar de una siesta forzada, de esas que tomo para cerrar sesión en mi cerebro por unas horas y dejar de escuchar esa voz que tanto odio. Me levanté luego de chequear mi teléfono sin notificaciones, aún más cansada que antes.
Me vestí por segunda vez en el día. Recogí mi brillante cabello recién salido de la peluquería pero que nadie ha podido apreciar entre las paredes de mi habitación. Lavé mi rostro lastimado después de demasiadas exfoliaciones para un día.

Y ahí lo vi.
Vi los ojos más tristes del mundo, los míos. 
Cansados de despertar, cansados de mirar nada nuevo, cansados de ver tristeza.


Tengo miedo, no tengo a nadie en mi vida, me alejé de todos. No sé por qué estoy como estoy, tan perdida, tan aislada, tan temerosa, tan débil, tan sola. 
Todo esta mal. Me las ingenié maravillosamente bien para echar a perder mi vida en el transcurso de un año, o quizás más. Vengo jodida desde hace tiempo pero al menos me esforzaba por estar bien, hoy no. Hoy no estoy bien y ni siquiera trato de ocultarlo. No tengo fuerzas para salir de esta, no tengo a nadie, ni a mí misma porque me siento muy débil.
No sé que hacer.

Supongo, que nos leemos.