Cada año llegamos al final del ciclo y nos preocupamos por no haber cumplido lo que nos propusimos en enero, o contamos las mil cosas que no hicimos bien o la mala suerte que tuvimos.
Y casi siempre olvidamos destacar nuestro crecimiento, lento, mucho o poco, siempre evolucionamos aunque nos cueste verlo.
La vida de todos tiene altos y bajos. Días muy buenos y días en los que sentimos que morimos, pero siempre sobrevivimos y seguimos, como sea.
Este fue un año muy peculiar para mi. Mi vida dio un vuelco y mi mayor miedo se hizo realidad. Los problemas que me atormentaron por años de repente pasaron a segundo plano y el foco estuvo en algo mayor.
Pero no puedo olvidar que también tuvo su lado menos terrible. Yo crecí.
Aprendí a respetarme y a poner un límite cuando no me sentí valorada. Me alejé de personas que no supieron apreciarme cuando estaba a su lado. Me cuidé un poco más, entrené más y me juzgué menos.
Y por sobre todo, sobreviví otro año más.
Estoy cansada, decepcionada, adolorida, con miedo, mucho miedo; pero estoy entera.
Y aunque me sigo sintiendo muy sola, al menos tengo este espacio, con amigas de todos lados que me apoyan y me mantienen a flote cuando los del mundo real brillan por su ausencia.
Nos leemos.