domingo, 29 de diciembre de 2019

Diez

Está terminando esta década y hoy me siento gris, quizás como hace 10 años.
Si entras a cualquier red social están estos posteos de fatalismo por el fin de una década y el comienzo de otra. Algunos muy entusiastas recuerdan lo mucho que cambiaron y crecieron a lo largo de los años. Su evolución, su proceso para convertirse en la fantástica persona, quizás exitosa, que son hoy en día. Y también están los otros, como yo, que siguen igual de fracasados que hace una década atrás.
Hace diez años tenía 15. Ya venía con un equipaje cargado de depresión y ansiedad, pero no estaba muy al tanto de lo que era. Me sentía rara por no encajar, por preferir quedarme un sábado a la noche navegando por Internet y no saliendo como cualquier otro adolescente de mi edad. En latino américa es muy común que las chicas festejen sus 15 años, por supuesto que yo no los festejé porque nunca me gustó ser el centro de atención ni por un minuto ni por 6 horas, pero si recibía invitaciones de mis amigas a estas fiestas. Recuerdo que todo el asunto me generaba mucha ansiedad porque me sentía muy novata en todo: chicos, bailar, socializar. Sin mencionar lo mal que me sentía con respecto a mi cuerpo, en dos años subí mucho de peso y mi cuerpo era muy diferente a la imagen que tuve toda mi vida de mi misma, fue ahí cuando comencé con los desordenes alimenticios. Pero era todo, me sentía mal porque me sentía distinta. 
Y hoy me pasa lo mismo. Me siento mal y distinta al resto de mis amigas que tienen proyectos, carrera, trabajo, pareja, casa propia, hijos(?. Mientras yo sigo quedándome en casa un sábado a la noche publicando en mi blog por Internet. Cancelando planes porque me siento gorda. Teniendo crisis y peleando con mi madre como si tuviera 15 años otra vez.
Y ya se que crecí, obviamente, que también evolucioné a mi manera, pero no puedo evitar pensar en lo negativo, en lo malo, en lo estancada que estoy. Porque creo que lo negativo supera cualquier situación positiva que esté presente en mi vida actualmente, que en estos momentos sinceramente no recuerdo.

Espero que sus días estén colmados de abrazos, risas y buenos momentos, y que se aferren a ellos porque no siempre están. No recuerdo cuando fue la última vez que recibí un abrazo, triste.

Nos leemos.

viernes, 20 de diciembre de 2019

La calma no tan calma - antes de - la tormenta

El año pasado fue un golpe en la cara para mí, una sacudida, un susto, un "cuidado porque las cosas pueden cambiar en cualquier momento". Comencé a preocuparme aún más por el futuro y por quiénes estarían en él, haciéndome la idea de que estoy sola en esto. 
Como todos. Aveces pensás que no, que si tenes gente a tu alrededor (familia o amigos) está todo bien, pero no. Siempre estamos por nuestra cuenta, solos.
Este año fue otro golpe más. Me obligaron a salir del cuento de hadas, se cayeron las máscaras y las cosas dejaron de ser tan color rosa por casa. Me siento parada sobre una cuerda floja sujeta entre dos pilares que están rotos, sobre un vacío incierto, profundo y mortal. 
Y ya se que me voy a caer, el tema va a ser sobrevivir a eso. El tiempo de recuperación o las ganas de realmente hacerlo. Sanar, dejar de sentir culpa por algo tan irreversible como existir.

Nos leemos.