La muerte, ese término da hasta miedo. Es la representación de lo oscuro, de lo frío, de lo malo. Ni hablar de lo que nos produce la palabra suicidio. Ahí si que nos horrorizamos y se nos vienen miles de pensamientos a la mente.
Hoy, una conocida decidió terminar con su vida colgandose, hace menos de ocho horas. La conocía desde los cinco años, creo que nunca fuimos amigas, pero eramos compañeras del colegio y viviamos cerca, asi que ella vino a mi casa y yo fui a la suya varias veces. Vivimos miles de momentos juntas, hasta me acompañó cuando viví en otra ciudad donde coincidimos luego de egresar. Tantos momentos, que por eso en estos momentos tengo un nudo en la garganta. Porque si bien no eramos amigas, vivimos mucho juntas.
Y sin saber, o ignorando el hecho, también compartiamos problemas y trastornos.
Yo pude haber sido ella. Los roles pudieron haberse invertido, pero no fue así.
Sigo shockeada por la noticia, pero sin querer siento un tanto de envidia por ella. Porque sé muy bien que suena enfermo, pero el sueño de un suicida es matarse. Y ella lo logró. Ahora quizás alcanzó la paz que tanto buscaba.
Hay miles de debates respecto al tema, pero es lo que ella quería y eso basta.
Hoy me duele, a pesar de no haber tenido un fuerte vinculo con ella. A muchas otras personas tambien les causa asombro y dolor, pero lo importante y lo que me recomforta es que ella ya está bien.
Me gustaría seguir expresando mi dolor pero estoy como sedada, siento un vacío en el pecho y en el estomago pero no lloro. Sólo sé que un por qué resuena por dentro. La ví el martes pasado, y si bien intercambiamos un par de palabras, fue un momento un tanto incomodo. Si noté tristeza en su mirada, porque entre nosotros reconocemos cuando algo anda mal.
Hoy se fue una hermana, se fue una de las mías, se fue una que no le pudo ganar a la depresión.
Q.E.P.D. A.
Nos leemos.