2 de la madrugada de un sábado por la noche y estoy en la calle, corro en zig zag de una vereda a la otra.
Choco con un par de árboles, miro de reojo y sigo huyendo de mi peor enemigo.
Todo está oscuro pero yo no pierdo de vista esa luz tenue que se refleja a lo lejos.
Mis ojos rojos de tanto llorar comienzan a abrirse más y más, mis pupilas se dilatan y en breve se enceguecen tras soportar tanta claridad.
Salgo, miro a mi alrededor y no me lo creo.
Es posible, existe, es real.
Sólo hay que seguir corriendo, caminando, gateando, hasta dejar atrás el laberinto.
Por favor, no despiertes.
Por favor...
Nunca dejes de soñar.
Nos leemos.