sábado, 22 de febrero de 2020

La depresión

Y un día volvió. Volvió la incertidumbre de los días cortos, las siestas largas, la habitación oscura y el teléfono en silencio. La melena despeinada, los ojos apagados y el corazón encogido. Y el dolor.
No entendía por qué me sentía tan "rara", hasta que me encontré echa un bollito en mi cama, llorando y temblando. Era mi amiga la depresión.
Hacía mucho tiempo que no la veía. Sin embargo la última vez vino luego de un dolor muy grande y no le presté mucho atención. Pero ahora apareció sin previo aviso.
Estaba bien, contenta, llena de energía, con ganas de comerme el mundo y después ya no. 
Ahora me apagué como una vela sin aire o en el medio del viento. 
Todo es gris y yo no.
Hago todo lo que debería hacer una persona normal pero no lo soy. Me esfuerzo por salir pero algunos días es en vano, como hoy. Hoy solo quiero llorar, acurrucarme y despertar en un mañana mejor. O no despertar más.
Porque no importa lo bien que estés, un día llega ella y ya no querés ser.
Pero no podes hacer nada porque es parte de vos, aferrada a vos para siempre.
Así es ella, la depresión.

Nos leemos.

miércoles, 5 de febrero de 2020

La ansiedad

Escucho risas a mi alrededor, veo bocas con dientes y arrugas en los ojos de la gente. Son felices y están presentes a junto a mi cuerpo. Pero yo no estoy.
Me fui hace un rato hacia donde voy cuando no quiero estar.
Cuando mis manos no saben que hacer y para evitar el temblor incómodo cruzo mis brazos por delante de mi cuerpo.
Cuando mi mente no se calla y suena más fuerte que mi entorno.
Cuando juego con mi pelo y toco mi rostro, mi boca, mis orejas porque me duele la panza y no es de hambre.
Me incomoda la alegría ajena porque soy incapaz de dejarme llevar lo suficiente para sentirla mía. Siempre estoy en mi cabeza y me cuesta salir de ella, ignorar las voces y sentir junto al resto.
Por eso tomo alcohol aunque odie la resaca del día siguiente.
Por eso fumo marihuana aunque me den ataques de pánico.
Porque quizás puedan ayudarme a dejarme llevar como el resto o al menos apagar las voces por unas cuantas horas.
Para sonreír con ojos y dientes.
Para no sentirme como un robot, maniquí, anormal, rara, vacía. Pero es inevitable. Y lo veo venir cuando los nervios comienzan a devorarme por dentro.
Cuando mis ojos comienzan a divagar pero sin enfocarse en nada ni nadie realmente.
Cuando mi rostro sonríe y asiente pero en mi cabeza hay una tercera guerra mundial.
Cuando mi voz es bajita y mis palabras cortas.
Ansiosa desde que nací y hasta que me mate (la ansiedad).


Nos leemos.