Y un día volvió. Volvió la incertidumbre de los días cortos, las siestas largas, la habitación oscura y el teléfono en silencio. La melena despeinada, los ojos apagados y el corazón encogido. Y el dolor.
No entendía por qué me sentía tan "rara", hasta que me encontré echa un bollito en mi cama, llorando y temblando. Era mi amiga la depresión.
Hacía mucho tiempo que no la veía. Sin embargo la última vez vino luego de un dolor muy grande y no le presté mucho atención. Pero ahora apareció sin previo aviso.
Estaba bien, contenta, llena de energía, con ganas de comerme el mundo y después ya no.
Ahora me apagué como una vela sin aire o en el medio del viento.
Todo es gris y yo no.
Hago todo lo que debería hacer una persona normal pero no lo soy. Me esfuerzo por salir pero algunos días es en vano, como hoy. Hoy solo quiero llorar, acurrucarme y despertar en un mañana mejor. O no despertar más.
Porque no importa lo bien que estés, un día llega ella y ya no querés ser.
Pero no podes hacer nada porque es parte de vos, aferrada a vos para siempre.
Así es ella, la depresión.
Nos leemos.