Me levanto cada mañana con la esperanza de que será mejor y con el miedo de que no.
Desayuno el café mas negro que te puedas imaginar, rogando que me de las energías suficientes como para no regresar a la cama.
La música me calma y me invita a mirar los días de un modo menos trágico.
Cierro y aparto los libros, los alejo de mi vista y hago de cuenta que no están ahí. Hoy no, me digo. Tampoco mañana, no quiero lidiar con esto.
El ocio me abruma pero no quiero salir de casa. No quiero responder mensajes. No quiero ver a nadie.
Llega el mediodía y no quiero comer, pero lo hago de todos modos para engañar el estómago y a mi misma.
Si tomo una siesta quizás mi cabeza deje de hacer un ruido un rato. No, mejor no. Tampoco quiero ejercitar. Prefiero ver una película de cualquier cosa. ¿O quizás salir de casa?
Las horas pasaron y estoy sola de nuevo.
Hoy vi a mis amigos y estaba ausente en mi propio cuerpo. Sonreí un par de veces cuando sus miradas mostraban asombro y desconcierto por mi comportamiento. Sobreviví.
Es hora de una ducha larga para matar las horas de la noche y luego un té que me calentará el alma, mejor que un abrazo que no tendré.
Apago el celular porque no quiero responder ni saber de nadie.
Me aíslo, me aparto, me voy.
Otro día más, otro dia menos.
Nos leemos.